martes, 26 de marzo de 2013

Espejo de Pascua

Es propio de la Semana Santa hacer una buena confesión para participar plenamente de las celebraciones litúrgicas y cumplir el precepto.

En este dinámica se dan una líneas generales para hacer un examen de conciencia repasando los puntos centrales del catecismo de manera que se facilite la confesión de los pecados.

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Dinámica: Espejo de Pascua: un examen de conciencia


Objetivo: realizar un examen de conciencia y facilitar la confesión de las personas que lo deseen.

Material: texto que viene a continuación para el que dirige la dinámica.

Duración: Unos 40 minutos, dejando después tiempo libre de oración personal en silencio para que se pueda confesar el que quiera.

Realización sugerida:


1) Monición de entrada. Una vez en la capilla se explica que vamos a hacer un examen de conciencia, tomando como metáfora el espejo: refleja nuestra imagen y vemos lo que nos dice en referencia a Dios, a los demás y a nosotros mismos..

2) Se va leyendo pausadamente, dejando tiempo de meditación interior.

3) Insistir en la necesidad del silencio exterior, imagen del silencio interior en el que Dios nos habla.

4) Oración conclusiva. Se puede terminar con una breve impetración del perdón de los pecados, Padrenuestro, Ave María y Gloria.


Texto:


1) MI VIDA EN RELACION CON LAS PERSONAS DIVINAS

El Señor nos dice: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente" (Mt 22,37)

¿Amo en verdad a Dios más que a todas las personas y cosas o vivo más apegado a las cosas materiales y me fabrico otros dioses?

¿Manifiesto ese amor en una fe viva y práctica?

¿Doy testimonio valiente de mi fe en mi ambiente?

¿Me he preocupado por renovar mi fe cristiana a través de la oración cotidiana, la participación activa en la Eucaristía, en la lectura de la Palabra de Dios,...?

¿Tengo una relación de confianza y amistad con las Personas Divinas o cumplo solamente con ritos externos?

¿Recurro a Él constantemente o sólo lo busco cuando lo necesito?

Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? Dios, que nos ama, hará que salgamos victoriosos de todas estas pruebas. (Rom 8, 31-39)


2) MI VIDA EN RELACION CON LOS DEMAS

El Señor nos dice: "Amaos los unos a los otros como Yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que quien da la vida por sus amigos" (Jn 15,12-13)

¿Amo de verdad a mis hermanos? ¿Amo de corazón a mi prójimo como a mi mismo y como el Señor Jesús me pide que lo ame?

Si alguna vez me han ofendido, ¿sé perdonar o guardo resentimiento, rencor, deseos de venganza? ¿Respeto a todos sin discriminación?

¿Soy solidario con los que más necesitan y comparto mis bienes y mi tiempo con ellos, o soy egoísta e indiferente al dolor de los demás? ¿Tengo espíritu de servicio?

¿Soy siempre justo y sincero, comprensivo y bueno con todos? ¿O a veces me dejo llevar por la envidia, la charlatanería, los juicios temerarios, las mentiras,...?

¿Me preocupo por mi familia y mis amigos y ejerzo bien mi misión por medio del ejemplo y la palabra? ¿Sé llorar cuando ellos lloran y reir cuando ellos ríen?

Cuando aún estaba lejos, su padre lo vio, y, profundamente conmovido, salió corriendo a su encuentro, lo abrazó y lo cubrió de besos. (Lc 15, 11,32)

3) MI VIDA EN RELACION CON MI MISMO

El Señor nos dice: "Vosotros sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto" (Mt 5,48)

¿Me preocupo seriamente de mi vida espiritual como la parte fundamental de mi vida?

¿Educo y mejoro mi carácter esforzándome en superar las malas inclinaciones o me dejo llevar por el egoísmo en sus diversas manifestaciones: pereza, mentira, orgullo, ira,...? ¿Me considero superior a los demás?

¿Qué uso hago del tiempo y de los talentos que Dios me ha dado?

¿Tengo pureza real de pensamiento, palabra y obra como templo que soy del Espíritu Santo? ¿Respeto mi cuerpo y cuido la salud o la perjudico por los excesos en comida, bebida, tabaco, ...?

¿Asumo con serenidad y paciencia las pruebas, los dolores y las contrariedades de la vida?

¿Me acepto a mi mismo o vivo en la mentira y el engaño? ¿Soy esclavo de mis complejos?

“Dios mío, ten compasión de mí, que soy un pobre pecador” (Lc 18, 9-14)


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